Lo de siempre… pero ahora con la IA

Lo de siempre… pero ahora con la IA

2025

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Español

¿Te has dado cuenta de que, incluso cuando todo se tambalea, necesitamos hablar de las mismas cosas? Cada verano, la conversación gira en torno al calor insoportable; cada invierno, al frío extremo. Año tras año, seguimos pendientes de la “operación salida” y vemos las mismas imágenes de colas interminables rumbo a Valencia o Cádiz. Es como si, en medio de la incertidumbre, buscáramos consuelo en lo que permanece.

A lo largo de la historia, la humanidad ha reaccionado con cautela ante las grandes revoluciones, ya sean industriales, científicas o tecnológicas. Cuando apareció la locomotora, algunos temían que afectara a la salud y a la moral pública; con la llegada del automóvil, las autoridades impusieron límites de velocidad insólitos, 6 km/h en las ciudades y 3 km/h en zonas rurales, por miedo a sus efectos. Incluso más cerca en el tiempo, en 1988, numerosos docentes de matemáticas en Estados Unidos protestaron contra la incorporación de la calculadora en las aulas, convencidos de que dañaría el desarrollo del pensamiento lógico-matemático. La realidad demostró lo contrario.

Estos episodios revelan un patrón, un ritual necesario: lo desconocido suele generar resistencia. Sin embargo, la historia muestra que muchas de las tecnologías que provocaron temor acabaron transformando nuestra forma de vivir, aprender y relacionarnos. Hoy, estamos ante otro punto de inflexión: la irrupción de la inteligencia artificial generativa (IAG). Herramientas capaces de producir textos, imágenes, música o código en cuestión de segundos están cambiando la manera en que creamos, accedemos y compartimos conocimiento.

En el ámbito educativo, es natural que surjan voces de advertencia, forma parte de nuestro ritual. Algunas alertan sobre los riesgos de delegar en exceso en las máquinas: temen la pérdida de habilidades cognitivas esenciales (Kosmyna et al., 2025) o la erosión de la autenticidad en la producción humana, lo que podría conducirnos a un cierto “sedentarismo cognitivo” (Sigman y Bilikins, 2023). Otras, sin embargo, ven en estas tecnologías una oportunidad sin precedentes para ampliar nuestras capacidades, repensar los procesos de enseñanza-aprendizaje y redefinir qué entendemos por creación de conocimiento (UNESCO, AI Swiss).

La pregunta, por tanto, ya no es si vamos a adoptar la IA, si no cómo decidimos hacerlo. No podemos conformarnos con formar usuarios pasivos que acepten las respuestas de la IA sin cuestionarlas. Necesitamos educar a ciudadanos críticos y creativos, capaces de dialogar con la tecnología, desafiarla y aprender con ella, como plantea la UNESCO en sus Marcos de competencias en materia de IA para estudiantes y docentes. En esta línea, conceptos como el human-AI co-thinking, propuesto por AI Swiss, resultan especialmente sugerentes. Esta idea plantea un nuevo paradigma: no delegar el pensamiento, si no establecer un diálogo reflexivo con la IA para contrastar, enriquecer y validar nuestras propias ideas.

Y quizá ahí esté la clave: no temer a la tecnología, sino temer perder nuestra capacidad de pensar, de imaginar o de sentir. En un mundo donde la innovación avanza a un ritmo vertiginoso y las noticias nos recuerdan cada día lo frágil que puede ser nuestra humanidad, la pregunta es urgente: ¿seremos capaces de crear un futuro en el que la IA amplifique lo mejor de nosotros, sin desdibujar lo que nos hace únicos?

El desafío ya no es solo tecnológico. Es humano y la respuesta solo puede ser educativa y social.

Rocío Yuste Tosina

Publicado en: El blog de Rocío Yuste
Con fecha: 2025
Idioma: Español